De la cancha al banquillo

El verano de 1984, cuando un joven Zelemir Obradovic entró por la puerta principal del Pionir Hall de Belgrado, pocos podían sospechar, que este pequeño hecho iba a cambiar de manera radical la historia del KK Partizán. Allí jugo 7 temporadas ocupando la posición de base, con el que logró 1 Liga, 1 Copa y 1 Copa Korac. Durante esos años coincidió entre otros con el NBA Vlade Divac.




Jugador de nivel, base titular del Partizán, obtuvo con Yugoslavia la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Seúl 88 ante el resucitado Sabonis y la de oro en el Mundial de Argentina 90 con uno de los mejores equipos que se recuerdan. Correcto, sobrio, ordenado, mandón, gran conocedor del juego, era el base que todo entrenador querría como su prolongación en la cancha.

Algo de esto debió ver en él su paisano e ídolo Dragan Kikanovic, también nacido en Cacak, cuando le ofreció en junio del 91 el puesto de primer entrenador del Partizán. Estando convocado con la selección yugoslava preparando el Eurobasket de Roma aceptó la propuesta y abandonó la concentración. Cuenta que su mujer le tomó por loco y se tiró una semana sin hablarle. Entre bromas explica que decidió colgar las botas y que la gente se cuestionara por qué lo hacía antes de que le preguntaran cuándo se retiraba. Tenía 31 años.


Así, de la mano de su maestro Asa Nikolic empezó su periplo por los banquillos. Llegó a confesar que los tres primeros meses apenas podía dormir, con algunas dudas que acechaban en su cabeza “si vas a entrenar y un jugador te pregunta algo y no tienes la respuesta adecuada, tienes un problema”. Todo era un reto: entrenar al equipo de su vida, a unos jugadores muy jóvenes que habían sido sus compañeros hasta hacía unos meses y en el que sus dos estrellas emergentes, Djordjevic y Danilovic, no se hablaban; jugar en el exilio fuenlabreño la primera fase de la máxima competición continental; pasar el cruce de cuartos con el factor cancha en contra nada menos que ante la Knorr de Bolonia y presentarse en la Final Four de Estambul como víctima propiciatoria de la todopoderosa Philips de Milán. “Quién piensa eso es que no nos conoce” lanzó el serbio. Y así se deshizo en semifinales de los italianos y en la final del Joventut de Badalona con el tiro perfecto, el triple de Sasha Djordjevic en el último segundo. “La clave del éxito, el trabajo en defensa”, sentenció Zeljko con una filosofía que le ha acompañado durante toda su carrera. Cuenta que el maestro Ivkovic le felicitó al terminar el partido y le dijo que ganaría muchas cosas más. Premonitorio.
Toda Europa vino a buscarlo, pero las prisas no son buenas consejeras y aunque la ONU prohibió la participación de los equipos serbios en competiciones internacionales, Zelkjo decidió continuar su formación en Belgrado. Hablaba cinco horas diarias con el gran Nikolic. “Nunca se cansaba de explicarme cosas. Nunca me cansaba de oírle”.
 

Comentarios